jueves, 18 de junio de 2020

Sin planes

Casi al final de Parásitos, la película ganadora de varios premios Oscar este año, hay un diálogo que me quedó dando vueltas en la cabeza.  Sucede en el gimnasio donde se refugian los afectados por las inundaciones.  El protagonista joven, aferrado a su piedra de la suerte, le pregunta al padre cuál es su plan para resolver el enredo que dejaron en el sótano de la mansión.  Acostados sobre el piso, entre cientos de personas que solo conservan lo que tienen puesto, el padre responde que no tiene ningún plan y que esa es la mejor manera de abordar la vida, sin tener planes. 
            Justo allí nos ha golpeado la situación actual. Ha desbaratado nuestro esquema habitual donde todo era vivir viendo hacia adelante. Pasábamos semanas y meses planeando la cerveza del sábado, el almuerzo familiar del domingo, un paseo o una cita con alguien que acabamos de conocer. 
            ¿Todavía cabe preguntarse “qué hiciste anoche”?  ¿Qué hiciste en semana santa?  Hace dos años viajaste a Cancún o a Cartagena, hace un año fuiste a Panajachel o a las playas del Pacífico, y este año apenas subiste a la terraza cuatro tardes seguidas para emborracharte a solas mirando la puesta de sol. 

            Más allá de la zozobra sanitaria y económica, nunca habíamos vislumbrado un porvenir tan desierto.  Ya fuera en bonanza o en crisis, siempre teníamos proyectos para disfrutar o para sobreponernos de lo que sucedía.  Hoy eso no existe. Tu mirada rebota entre las paredes del dormitorio como pelota de ping pong desde hace meses, y cada vez que cruzas el umbral de tu puerta debes blindarte según tu precaución/paranoia te indique, y en el fondo sabes que estás picando las tripas del dragón que puede morderte ante cualquier descuido.
            El único rayo de luz que veo por ahora es cuando acude un paciente positivo que cumplió su aislamiento domiciliar y que vuelve a consultar para obtener el alta.  Muchos son, según el comportamiento de la infección en el país, varones jóvenes sin comorbilidades (los más activos económicamente).  Se les ve sonrientes, ansiosos de pasar la página; otros parecen obstinados de haber pasado dos semanas encerrados, quizás por las condiciones lamentables en que vive buena parte de la población trabajadora.  Algunos resultan negativos a la prueba control mientras otros permanecen positivos y deben extender el aislamiento.  Pero más allá del resultado, ellos confirman que hay futuro después del temblor, pero nadie sabe cuánto tiempo falta, y cada vez la famosa curva se extiende más en el tiempo, quizás en forma indefinida.  Hasta que hayamos tenido suficiente contacto con el virus, y aunque esto implique muchas pérdidas humanas de las poblaciones vulnerables que ya se conocen, los que sobrevivamos (me incluyo mientras toco madera) podremos contar cómo fue este año agrio.