domingo, 25 de septiembre de 2011

LA ERA DE LA INCOMUNICACION

El último viernes hubo un gran revuelo en los medios informativos nacionales, debido al asesinato de dos muchachas por un amigo virtual obtenido a través de Facebook.  Este amigo resultó ser miembro de una banda de secuestradores que, a pesar de cobrar el dinero por el rescate de las adolescentes, las mató de una manera atroz.

Se ha cortado tela de ida y vuelta, satanizando a las redes sociales como responsables de la tragedia.  Personalmente, no creo que esta desgracia, como  otras similares en los últimos tiempos, deba atribuirsele a las herramientas modernas de comunicación.  El problema va mucho más allá.  Tiene que ver con la decadencia de las relaciones interpersonales, producto no sólo de las redes sociales, sino de la tecnofilia exagerada que se ha apoderado del mundo de hoy.

Por ejemplo, hace poco asistí a una cena celebrando no sé qué evento, y al estar sentado en la mesa busqué conversación con los conocidos que me rodeaban.  Me dirigí al primero preguntando sobre su trabajo, y me pidió que le diera un minuto para responderme, pues debía atender un mensaje en su celular.  Miré a la derecha y pregunté lo mismo a otro miembro de la mesa.  Se limitó a despegar la mirada de su teléfono, y con una sonrisa hipócrita pareció decirme que no le incomodara con mi plática.  Insatisfecho, continué hacia una chica bonita, debo decirlo, pero que en toda la noche no había dicho ni hola, tecleando como loca para no perder detalle, claro está, de los eventos que sucedían dentro de su Blackberry.  Preferí levantarme y buscar sitio en otra mesa.

¿Qué clase de vida social es esa? ¿Cómo pretendemos vivir en armonía, si ya no somos capaces de mantener una conversación normal, cara a cara? 

No pretendo afirmar que la tecnología esté mal, en absoluto; pero ella debe ser un complemento, un apoyo a nuestras vidas, y no al revés, que nosotros vivamos para ella.  Tampoco eximo de culpa a las muchachas, ni a sus padres por no haberlas vigilado más de cerca.

Debemos rescatar las amistades de carne y hueso.  Urge recuperar el valor de contar un chiste, de sentarse en una acera a chismear sobre cualquier tontería, para cerrar la brecha que cada día nos separa más del vecino, del compañero de viaje en el autobús, o hasta de nuestra familia; y que obliga, especialmente a los más jóvenes, a llenar ese vacío con amigos virtuales de dudosa procedencia.

jueves, 22 de septiembre de 2011

FIESTAS MATRIAS

Después de varias semanas fuera de circulación, vuelvo a la carretera.  Semanas cargadas de situaciones laborales, emocionales y familiares que han secuestrado mi concentración la mayor parte del tiempo;  y en los breves lapsos que conté con él, no encontré nada que decir.  

Hoy estoy de regreso para continuar los diálogos conmigo y,  lógicamente, con ustedes que me regalan algunos minutos. 

Mi plan original era volver el pasado día 15, festivo en Guatemala y Centroamérica por cumplir 190 años de independencia de España.  Y aunque ese día no trabajé, fue imposible dedicarle algunos minutos al asunto, y no por andar en las fiestas patrias.  Me entretuve, en cambio, en las Fiestas Matrias. 

Arreglos para conseguir el pastel, las bebidas y los obsequios fueron ocupación mía y de la familia, no solo el 15, sino desde varios días antes. La idea original era una fiesta sorpresa, pero la astucia de sus años, sumada a una que otra torpeza de los organizadores, impidieron mantener el secreto por mucho tiempo.  Así, la fiesta sorpresa por el cumpleaños de mamá, no pudo serlo. 

Fue una velada agradable en compañía del núcleo familiar más cercano.  Anécdotas y chistes iban y venían, haciéndonos pasarla bien a todos los asistentes, pero especialmente a ella, que merece mucho más que una fiesta familiar.  Merece, como todas las madres, el amor, agradecimiento y apoyo de sus hijos. 

Por eso te digo, mamá, gracias por estar conmigo en las buenas y las malas.  Te deseo en tu cumpleaños mucha salud, alegría, y sobre todo, paciencia para seguir aguantando mis locuras.  Te quiero.