lunes, 25 de julio de 2011

A PROPOSITO DE LUNATICOS

La semana pasada tuvieron lugar dos acontecimientos científicos importantes, distantes en el tiempo, pero estrechamente vinculados uno con otro.

El primero fue el 43 aniversario de la llegada del hombre a la Luna.  El domingo 20 de julio de 1969 a las 10:56 pm –horario de Estados Unidos–, tras un “alunizaje” sin complicaciones, Neil Armstrong descendió por la escalerilla del Apollo 11, y al apoyar el pie izquierdo en la polvorienta superficie lunar se convirtió en el primer ser humano en pisarla.

El segundo evento de la semana fue el aterrizaje del Atlantis, último transbordador espacial. El más joven heredero de la saga iniciada con el Apollo del 69, volvió a la Tierra el jueves 21, poniendo fin a la era de los grandes transbordadores tripulados. Ahora Estados Unidos enviará  astronautas sólo en pequeñas cápsulas.

No estoy de acuerdo con la exploración extraterrestre como prioridad en el presupuesto de las grandes potencias internacionales.  No veo en qué ha mejorado mi vida por el hecho de haber llegado a explorar otros planetas, como tampoco ha ayudado a la mayoría de los terrícolas.  Considero que hay abundantes asuntos en este planeta que merecen la atención  y preocupación –urgente– de los gobiernos.

¿Alguno de ustedes se ha visto directamente beneficiado con la carrera espacial? Por favor hágame saberlo.  

domingo, 17 de julio de 2011

Los Suicidas

Viernes, 7 pm.  El bus que me lleva a casa hace una parada en San Lucas, punto intermedio entre la capital y Antigua Guatemala. Es una vía importante, con un tráfico pesado que se hace mucho peor a esta hora. Voy recostado sobre la ventana, con la vista hacia afuera para olvidar un poco el tumulto que atiborra el vehículo.  Veo tres escenas simultáneas a la orilla de la carretera:
  1.  Hombre y mujer tomados de la mano. Lucen indecisos.                            ¿Te atreves? pregunta él.  Sí, responde ella.
2.  Madre soltera con tres chiquillos menores de diez años y un canasto enorme sobre la cabeza.  Vacila, pero los niños la convencen.
3.   Varón de saco y corbata con una laptop bajo el brazo.  A su lado, una chica elegante con zapatos de tacón. El está decidido; ella duda, pero al final lo sigue.  Apenas haya oportunidad se lanzarán. 

¿Qué tienen en común?  Posiblemente estén muy cansados para caminar de más, o todos son amantes de la aventura; puede ser también que por no tener tiempo en casa, quieren correr un poco a esta hora para quemar calorías. No lo sé. 

Pasan algunos segundos.  Después de verlos actuar me pregunto: ¿es tan difícil usar la pasarela? ¿No ven el riesgo de lanzarse sobre la carretera esquivando los carros que pasan a cien kilómetros por hora?  Incluso un perro callejero, sin amo que lo guíe, posee mayor amor por su vida que estos intrépidos.

De lo que estoy seguro es que un campesino se preocupa más por su ganado que esta gente por sí misma.  Aquel no arriesga sus animales.  Da gusto y hasta envidia ver la fila vacas subir o bajar la rampa del puente peatonal con la mayor disciplina y sin ningún tipo de prisa.

Aunque tal vez estoy exagerando y la explicación sea simple. ¿No serán suicidas solapados buscando un golpe que les evite la fatiga de seguir en esta vida? 



lunes, 11 de julio de 2011

El Hamburguesamiento moderno


Cada día veo en mi consulta más personas que acuden a descartar Diabetes, Hipertensión Arterial o problemas del Colesterol.  Después de examinarlos y ver los resultados de los exámenes de laboratorio, todos lucen asombrados cuando les confirmo cualquiera de esas enfermedades, y se preguntan por qué las padecen, si dicen cuidarse, no comer grasa y, esporádicamente, hacer ejercicio.   Ante la explosión masiva de estos males me pregunto: ¿Será la responsabilidad exclusiva del individuo o hay algo más detrás del asunto?

Hace algunos miles de años –poco tiempo en el proceso evolutivo, los seres humanos eran nómadas, y basaban su alimentación en carnes producto de la caza y la pesca, así como en la recolección de vegetales y semillas.   Esta dieta era rica en ciertos elementos como el potasio y muy baja en sodio, por lo que el organismo –el riñón específicamente– estaba, y sigue estando programado para conservar mucho sodio –responsable directo en la elevación de la presión arterial–, y excretar el potasio sobrante.  Este mecanismo, sin embargo, no se adapta a la dieta actual, altísima en sodio –en forma de sal y otros potenciadores de sabor– y muy pobre en potasio.  Nuestros genes no han cambiado significativamente en este período, pero nuestra dieta sí lo ha hecho de modo radical, sobre todo en los últimos cincuenta años, basándose en un exceso de sal, calorías y grasas saturadas.

El mundo moderno, con su ritmo trepidante y cada vez más asfixiante, no nos deja ni un minuto libre, rebalsando nuestra capacidad por la cantidad de tareas a realizar en la jornada laboral.  Esto nos obliga a alimentarnos “con lo que aparezca”, o “con lo que esté a la mano”, que puede ser sabroso, práctico e incluso económico, pero en ningún caso saludable.

Los productores de estos alimentos saben muy bien lo que venden, con sus ventajas y desventajas.  Sin embargo, se hacen de la vista gorda –literalmente– ante las consecuencias del consumo prolongado de sus productos.   Para ellos es un negocio, se entiende, por lo que no deben ponerse a pensar en los efectos que sufrirán sus consumidores.  Pero, analizando la situación, me pregunto: ¿Cuándo les pediremos cuentas por el daño que están realizando a millones de personas en todo el mundo?  ¿Quién les cobrará la responsabilidad de estar engordándonos y condenándonos a una larga serie de enfermedades? 

Los sistemas de salud están pasando por un momento de crisis, especialmente en países como  Guatemala, donde por un lado, no hemos sido capaces de controlar enfermedades derivadas de nuestra pobreza desnutrición y parasitismo, entre otras,  mientras que por el otro, el modelo epidemiológico debe adaptarse con rapidez a las patologías derivadas de la malnutrición, pero en este caso por exceso y mala calidad de los alimentos.

El hamburguesamiento moderno está convirtiéndonos en una sociedad rolliza, pero sumamente enferma, y parece ser un callejón sin salida, puesto que no nos atrevemos a poner en su lugar a los productores de tanta comida chatarra, y nosotros mismos no somos capaces de tomar conciencia de nuestra propia salud.

Ya lo profetizaba Ernesto Sabato hace 60 años, en su libro Hombres y Engranajes: “El hombre no ha tenido tiempo para adaptarse a las bruscas y potentes transformaciones que su técnica y su sociedad han producido a su alrededor, y no es arriesgado afirmar que buena parte de las enfermedades sean los medios de que se está valiendo el cosmos para eliminar a esta orgullosa especie humana”.

domingo, 3 de julio de 2011

El Sumidero

Recientemente estuve en México.  Fue un viaje corto, pero suficiente para recorrer destinos de todo tipo: ciudades, ríos, montañas y pueblos indígenas.  Esto se debe a la riqueza geográfica de Mesoamérica, en la cual se incluye desde luego Guatemala.  Entre los diversos sitios donde estuve, quiero destacar uno cuya visita se me hizo muy placentera.  Se trata del Cañón del Sumidero, cerca de Tuxtla Gutiérrez, capital del estado de Chiapas.  Es una fisura en las montañas en medio de la cual corre el caudaloso río Grijalva,  alargándose por varios kilómetros hasta completarse en su extremo norte con la hidroeléctrica de Chicoasén.

La aventura inicia con un paseo en lancha que parte desde los embarcaderos, y va paseando entre los manglares.  La fauna local es abundante, con una variedad de aves, monos, e incluso lagartos de hasta dos metros de longitud.  Estos son, sin duda, los más vistosos.  A pesar de encontrarse en gran número, es difícil dar con ellos, pues su color mimetiza de forma impresionante los tonos de la roca, y son además, expertos en permanecer inmóviles durante muchos minutos, incluso horas.  El único movimiento perceptible a la vista humana, si se aguza, es la respiración a través de las branquias localizadas bajo su cabeza.

Avanzamos mientras aumenta la riqueza natural.  Ahora vamos descubriendo riscos y figuras caprichosas en  la montaña;  acá debo mencionar, como característica de los chiapanecos, una enorme imaginación capaz de encontrar en cualquier detalle del paisaje, ya sea roca o montaña,  las más rebuscadas obras de arte: crucifijos, vírgenes, cabezas de simio, y muchas otras ilusiones visuales, las cuales me perdí en su mayoría, no por falta de observación, sino de imaginación.

Es mediodía y el sol taladra la cabeza de forma perpendicular, haciéndonos amortiguar su impacto con sombreros, gorros y abanicos.  Así, casi insolados y deshidratados, llegamos al momento cumbre del viaje: el punto de mayor altura del cañón, que rebasa los 900 metros sobre el nivel del agua, sin tomar en cuenta los más de mil de profundidad que esta posee.  Esta imagen puede verse en el escudo de Armas del estado de Chiapas. Es un espectáculo soberbio, que requiere contemplarse por un tiempo mayor del que brinda el piloto que nos conduce.

Él mismo nos relata cómo, en los tiempos de colonización, este fue el lugar donde los indígenas nativos de la zona, al verse copados por la superioridad española, optaron por un suicidio colectivo antes que la sumisión.  Esto trajo mi mente una línea del himno nacional, escrita por (el cubano) José Joaquín Palma: …antes muerto que esclavo serás…  Lindas palabras que actualmente se quedan en simple utopía para nuestros pueblos.