Recientemente estuve en México. Fue un viaje corto, pero suficiente para recorrer destinos de todo tipo: ciudades, ríos, montañas y pueblos indígenas. Esto se debe a la riqueza geográfica de Mesoamérica, en la cual se incluye desde luego Guatemala. Entre los diversos sitios donde estuve, quiero destacar uno cuya visita se me hizo muy placentera. Se trata del Cañón del Sumidero, cerca de Tuxtla Gutiérrez, capital del estado de Chiapas. Es una fisura en las montañas en medio de la cual corre el caudaloso río Grijalva, alargándose por varios kilómetros hasta completarse en su extremo norte con la hidroeléctrica de Chicoasén.
La aventura inicia con un paseo en lancha que parte desde los embarcaderos, y va paseando entre los manglares. La fauna local es abundante, con una variedad de aves, monos, e incluso lagartos de hasta dos metros de longitud. Estos son, sin duda, los más vistosos. A pesar de encontrarse en gran número, es difícil dar con ellos, pues su color mimetiza de forma impresionante los tonos de la roca, y son además, expertos en permanecer inmóviles durante muchos minutos, incluso horas. El único movimiento perceptible a la vista humana, si se aguza, es la respiración a través de las branquias localizadas bajo su cabeza.
Avanzamos mientras aumenta la riqueza natural. Ahora vamos descubriendo riscos y figuras caprichosas en la montaña; acá debo mencionar, como característica de los chiapanecos, una enorme imaginación capaz de encontrar en cualquier detalle del paisaje, ya sea roca o montaña, las más rebuscadas obras de arte: crucifijos, vírgenes, cabezas de simio, y muchas otras ilusiones visuales, las cuales me perdí en su mayoría, no por falta de observación, sino de imaginación.
Es mediodía y el sol taladra la cabeza de forma perpendicular, haciéndonos amortiguar su impacto con sombreros, gorros y abanicos. Así, casi insolados y deshidratados, llegamos al momento cumbre del viaje: el punto de mayor altura del cañón, que rebasa los 900 metros sobre el nivel del agua, sin tomar en cuenta los más de mil de profundidad que esta posee. Esta imagen puede verse en el escudo de Armas del estado de Chiapas. Es un espectáculo soberbio, que requiere contemplarse por un tiempo mayor del que brinda el piloto que nos conduce.
Él mismo nos relata cómo, en los tiempos de colonización, este fue el lugar donde los indígenas nativos de la zona, al verse copados por la superioridad española, optaron por un suicidio colectivo antes que la sumisión. Esto trajo mi mente una línea del himno nacional, escrita por (el cubano) José Joaquín Palma: …antes muerto que esclavo serás… Lindas palabras que actualmente se quedan en simple utopía para nuestros pueblos.
Y se queda en utopia porque el instinto de sobrevivir en el hombre, es lo último que se pierde. Siempre ha sido para mi una inquietud, llegar al fondo de entender dicho comportamiento. Al leer la historia, ver películas de todos los sometimientos habidos, los campos de concentración, entre otros, seria uno buen ejemplo de ello también. No era mejor escapar o sublevarse, aunque los mataran, que vivir semejantes torturas?
ResponderEliminarLinda descripción has hecho del trayecto de ese viaje.