domingo, 17 de julio de 2011

Los Suicidas

Viernes, 7 pm.  El bus que me lleva a casa hace una parada en San Lucas, punto intermedio entre la capital y Antigua Guatemala. Es una vía importante, con un tráfico pesado que se hace mucho peor a esta hora. Voy recostado sobre la ventana, con la vista hacia afuera para olvidar un poco el tumulto que atiborra el vehículo.  Veo tres escenas simultáneas a la orilla de la carretera:
  1.  Hombre y mujer tomados de la mano. Lucen indecisos.                            ¿Te atreves? pregunta él.  Sí, responde ella.
2.  Madre soltera con tres chiquillos menores de diez años y un canasto enorme sobre la cabeza.  Vacila, pero los niños la convencen.
3.   Varón de saco y corbata con una laptop bajo el brazo.  A su lado, una chica elegante con zapatos de tacón. El está decidido; ella duda, pero al final lo sigue.  Apenas haya oportunidad se lanzarán. 

¿Qué tienen en común?  Posiblemente estén muy cansados para caminar de más, o todos son amantes de la aventura; puede ser también que por no tener tiempo en casa, quieren correr un poco a esta hora para quemar calorías. No lo sé. 

Pasan algunos segundos.  Después de verlos actuar me pregunto: ¿es tan difícil usar la pasarela? ¿No ven el riesgo de lanzarse sobre la carretera esquivando los carros que pasan a cien kilómetros por hora?  Incluso un perro callejero, sin amo que lo guíe, posee mayor amor por su vida que estos intrépidos.

De lo que estoy seguro es que un campesino se preocupa más por su ganado que esta gente por sí misma.  Aquel no arriesga sus animales.  Da gusto y hasta envidia ver la fila vacas subir o bajar la rampa del puente peatonal con la mayor disciplina y sin ningún tipo de prisa.

Aunque tal vez estoy exagerando y la explicación sea simple. ¿No serán suicidas solapados buscando un golpe que les evite la fatiga de seguir en esta vida? 



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