Tradición
significa repetir los ritos de fe o las manifestaciones culturales de una comunidad. Sería paradójico referirse a la evolución de
la tradición. Dentro de todo, hay algo que debe, o debería permanecer en las
celebraciones de cuaresma: el ambiente de
barrio, la cordialidad de vecinos y los sabores locales. La aldea de Santa Inés del Monte Pulciano ha
sabido mantener la esencia de su procesión a pesar de los tiempos, pues sigue
siendo un evento muy de vecindario.
Esta procesión
no posee miles de devotos cargadores y depende en buena medida del apoyo que los
vecinos aportan, y su cuerpo de cargadores se nutre de las hermandades invitadas
para acompañar el recorrido, que aun sin ser muy extenso, es muy suyo, por
varias características. La primera es la
ubicación del templo, muy al oriente sobre la línea vertical de la Cuarta calle (la misma que divide a la ciudad en mitades norte y sur) que parte del mercado municipal, pasa por el Parque Central, la Fuente de las
delicias en el barrio de la Concepción y continúa hacia la capital. Ahí, a dos kilómetros del puente del Matasano
se ubica la aldea, rica en manjares como las granizadas de frutas
y las cervezas picositas, las empanadas de María Sequén y las papalinas de don
Cayetano, un clásico que solía dejarse ver en los partidos de futbol en las
canchas de La Pólvora y el estadio Pensativo. También es tradicional (y
tormentoso para muchos visitantes que no conocen rutas alternas) el cierre de la ruta que entra y sale del
municipio, que se deja en pleno para el paso peatonal y para la confección de
alfombras de pino o aserrín. La banda
de música que acompaña al nazareno no es abundante en músicos pero suena contundente, y
su contraparte de la dolorosa tiene una peculiaridad de
género: todos sus miembros son mujeres.
Su recorrido también es peculiar porque recorre
algunas cuadras que, a pesar de ser céntricas, no recorre ninguna otra
procesión: la quinta calle oriente frente
al INSOL, la calle del Manchén (extensión asfaltada de la Calle Ancha) y el
barrio de Chipilapa, de noche cuando regresa a su aldea.
A mi juicio, es la procesión que mantiene sus raíces antigüeñas mucho más que las otras, y este segundo es el domingo que yo disfruto más durante la cuaresma. Se trata, sin duda, de la procesión a la que me gustaría invitar a cualquier amigo extranjero que quisiera conocer las tradiciones de mi ciudad.