La
congoja es un ingrediente clave de la guatemalidad: siglos de conquista, colonia,
guerra interna, maras y extorsiones han dejado
su impronta en nuestras expresiones artísticas, y en ese medio se han gestado las marchas fúnebres, género oficial de los
festejos de Cuaresma y Semana Santa en el país.
A pesar
del adjetivo que parece condenarlas, ellas son flexibles y saben adaptarse a la
ocasión. Existen piezas para todos los
gustos, para cada estado de ánimo, para empezar el día o para terminarlo, incluso
para enamorar. Se habla de romances inaugurados con Dios es Amor de Víctor M. Lara y concluidos con Pasos de Dolor de Mariano de Jesús Díaz, ataques cardiacos
con Tu última mirada de Alberto
Velásquez o dedicatorias especiales como La
Oveja de Jesús de San Bartolo, apodo camuflajeado de Carlos René González González, devoto de esa imagen y además,
hermano de mi abuelo. La tradición oral
también incluye anécdotas de los autores, como el trance y posterior rescate de
Santiago Coronado de una fosa, y de ahí su marcha con ese nombre. También se dice que el maestro Luis Vega,
impotente ante la muerte de su esposa, tomo el lápiz y el cuadernillo para
clamar y componer Jesús Acuérdate de
mí. Mención aparte merece El Cuervo de Pedro Donis al final de El Silencio de Neto, filme nacional de
1994.
Hay composiciones
elegantes como las de Salvador Milián o Miguel Zaltrón, militares como las de García Reynolds, comienzos imperiales como los de Víctor M.
Lara, y desde luego indispensables como las del ya mencionado Pedro Donis, Fabián Rojo o
Manuel Antonio Ramírez Crocker. También
se han importado piezas desde Costa Rica, Perú, España, Italia y Polonia, entre
otros.
Desde
luego, su consumo exagerado es dañino.
Conozco marchófilos que, ebrios tras 20 horas de sol, caminata y muchas marchas terminan
escuchándolas todas al mismo tiempo sin poder distinguir una de otra, llegando
hasta el insomnio. Yo lo he padecido.
Al
final, viene la pregunta, ¿cuál es mi marcha favorita? Imposible responder. Puedo
escoger varias que quisiera escuchar ahora, pero no quedarme con una sola.
Ellas, al igual que los libros, evocan las vivencias que tuvimos en su
compañía, y como con las lecturas, la preferencia
va moldeándose con los años.