El año
pasado compré un clarinete y con él adquirí un folleto viejísimo para aprender a solfear ( talvez no es tan viejo, pero el proceso de
fotocopiarlo mil veces atenta contra su legibilidad). Aún no sé tocarlo; apenas esbozo algunas
escalas. Y sé que el único camino hacia la interpretación musical es ensayar todos los
días; me lo repite todo el mundo.
Sin
embargo, cuando salgo del trabajo, cuando vuelvo a casa y no voy a hacer
ejercicio, cuando ya leí el periódico, cuando
no debo volver a la calle por alguna diligencia y cuando aún es hora aceptable
para la estridencia que conlleva mi práctica, apago el teléfono, tomo el
estuche, lo abro, ensamblo el instrumento, coloco la boquilla en posición, la
llevo a mi boca para emitir la primera nota y ahí me quedo. Suspiro e invierto el proceso. Luego voy a mi cama, tomo los audífonos, me
acuesto y enciendo el reproductor mp3 haciéndolo sonar al azar. Sustituyo la práctica musical por una
sumersión en lo que mi reproductor decida.
Y no importa cuál pista suene; cualquiera será buena para evadir la
incapacidad de ejecutar decentemente el clarinete.
Esto
podría entenderse de varias maneras: cobardía, respeto, pereza, entre
otras. Ignoro cuál es la más acertada. Quizás no sea una sola, sino una fusión de
todas ellas.
Como
sea, esto no me resulta extraño. Lo
mismo me pasa al intentar escribir: cuando alguna idea me sorprende, cuando a
mitad de la lectura subrayo un fragmento, cuando encuentro una nota atípica en
el diario, cuando la nostalgia me rebalsa o cuando escucho alguna estupidez
fuera de lo común, apago el teléfono, tomo la libreta de notas, la abro, escojo
una idea anotada en ella o agrego una nueva, enciendo la computadora, inicio el
procesador de texto, llevo la libreta a mis piernas, coloco mis dedos sobre el
teclado a partir de las señas táctiles en la f y la j y ahí me quedo. Suspiro e invierto el proceso. Luego voy a mi cama, tomo un libro, me acuesto y lo abro al azar. Sustituyo la escritura por una sumersión en
lo que mi mesa de noche decida. Y no
importa cuál libro lea; cualquiera será bueno para evadir la incapacidad de
ejecutar decentemente la escritura.
Me ha pasado cuando intento poner en papel, o en la computadora, mis ideas y sentires. En mi caso este continuum de la evasión me ha llevado a trabajar mis miedos y la cobardía, como vos bien decís. Tengo aún tantos pendientes, entre ellos el ejercicio de la escritura.Talvez toca dejar de pensar un rato y dejar que el sentimiento fluya. En fin, bonitas letras las tuyas.
ResponderEliminarMe ha pasado cuando intento poner en papel, o en la computadora, mis ideas y sentires. En mi caso este continuum de la evasión me ha llevado a trabajar mis miedos y la cobardía, como vos bien decís. Tengo aún tantos pendientes, entre ellos el ejercicio de la escritura.Talvez toca dejar de pensar un rato y dejar que el sentimiento fluya. En fin, bonitas letras las tuyas.
ResponderEliminarNos pasa todo el tiempo. Disfruta esos momentos también. Hay que saber de todo.
ResponderEliminarNos pasa todo el tiempo. Disfruta esos momentos también. Hay que saber de todo.
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