Ayer fue quince de diciembre, banderazo inicial a la recta final del año. Ayer también debieron iniciarse las posadas: en la tradición católica se organizan procesiones de barrio con las imágenes de María, José y un par de ángeles acompañándolos, que van de casa en casa hasta el día veinticuatro. Nueve días en memoria de los nueve meses de embarazo de María con Cristo en el vientre y su errancia buscando un sitio dónde atenderse el parto, pero este año no saldrán. Es también la etapa de compras contrarreloj de obsequios innecesarios y de encuentros con amigos que no vemos hace mucho, y con estos últimos se dispara el consumo de bebida, comida y drogas mientras que el tráfico se descontrola, las compras se siguen disparando y el consumo de cualquier cosa se pavonea entre atascos viales. Será por fin, y en contra de la sensatez que hemos intentado conservar desde hace nueve meses, el momento de volver a encontrarnos con los amigos para brindar, abrazarnos, encamarnos y romper con la cortina del distanciamiento social. Por unos días, volveremos a ser los de siempre.
Digo por unos días porque en enero todo se irá al
carajo. Incluso antes de esta temporada, el aumento de los casos ya era considerable en los hospitales nacionales, y no dudo que pasa lo mismo
en los privados, pero esa información nunca se hace pública. Las campañas han sido en vano y la sobrecarga
se percibe en las emergencias de los hospitales. Si desde siempre resulta natural
un repunte de las consultas de los servicios de salud en los primeros días de
enero, el próximo año tendremos, además de las intoxicaciones alimentarias,
alcohólicas, y de los accidentes de tránsito, el tan esperado pico de
infecciones por COVID.
Basta ceñirse a la lógica. Si le proponen alguna de
las siguientes opciones, ¿cuál escogería usted?:
a) Me quedo en casa
evitando convivios y reuniones familiares, para no exponer ni exponerme.
b) Desarrollo síntomas
respiratorios, aunque sean leves y busco ayuda, aunque esto implique resultar positivo
para el virus y pasar la quincena más amorosa del año aislado en
cuarentena.
c) Hago caso omiso de los
síntomas, me paso por el sobaco las recomendaciones sanitarias y salgo a beber
un trago doble y a continuar la parranda, confiando en que el virus no se las
cobre conmigo.
La respuesta de la mayoría de la población resulta bastante
predecible, por desgracia. Un país con
tanta población joven no querrá perderse los convivios de fin de año.
Ya se sabe que es muy remoto pretender no beber, no
bailar, no besar ni apechugar en estas fechas, todos lo hemos experimentado en
cierta medida. Solo se trata de saber
hacer las cosas: si va a salir a beber hágalo en un sitio limpio y bien
iluminado donde circule el aire, donde pueda tener distanciamiento de sus
compañeros de copas y donde no le tomen fotos o videos que lo puedan comprometer
y confinarlo de su propia alcoba o de su trabajo en forma permanente.
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