Finalmente, después de meses de propaganda insoportable y un enorme despilfarro de recursos estatales, Sandra Torres, ex primera dama de la nación, recibió el NO definitivo a sus aspiraciones presidenciales.
Era algo que ya se veía venir, o al menos esa fue siempre la esperanza de los guatemaltecos que no se dejan engañar con espejitos. Los asesores de la ex precandidata también debieron preverlo, pero no sabemos si por un optimismo sin fundamentos, o una ambición incontrolable, jamás consideraron tener un plan B: apostaron todo a una pésima carta, y perdieron.
¿No hubiera sido más sensato por parte de la señora esperar cuatro años, y entonces, sin ningún obstáculo legal, inscribirse y participar en las elecciones? Sin duda que sí, pero ella sabía que su momento era ahora, pues además de padecer una voracidad insaciable por el poder, teme, o mejor dicho sabe con total certeza, que de aquí a cuatro años habrán salido a luz demasiados negocios apestosos realizados en la actual administración, que desgastarán aun más su ya agria imagen.
Entonces, ¿Quién se atreverá a votar por la doña en 2015? Yo no lo haría ni hoy, ni dentro de cuatro ni dentro de mil años. ¿Y ustedes?
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