No
importa cuántos meses hayan pasado (aunque sospecho que el inventario final de
todo esto se contará en años). Cada vez que debo entrar a la sala de
aislamiento respiratorio vuelve a pasarme:
duermo poco la noche previa, tengo hambre y sed que debo frenar, y aun
sin ser fumador, se me antoja un cigarro.
Trato de leer cualquier cosa pero no me concentro, y hacer ejercicio no
es buena idea: la energía extra que
consuma afuera la echaré en falta adentro, y la sed será peor si acumulo deshidratación.
A estas alturas, después de haber navegado
en galeras de viriones y de ver tanta gente salir adelante, y sobre todo después
de haber recibido la primera dosis de la vacuna, el temor a infectarme debe ser
menor que al principio. ¿A qué se debe entonces
la incomodidad? ¿Qué sigue resultando tan doloroso de pasar una noche en el
área de cuidado crítico? He pasado miles
de horas en intensivo durante mi formación y en distintos empleos, pero ninguna
se compara con estas.
Después de hacer una ronda general revisando
los signos vitales y los parámetros respiratorios en cada cama, noto que, a
diferencia de la primera ola, que afectó más a pacientes mayores con múltiples
enfermedades, ahora hay muchos jóvenes, veinteañeros algunos y solo un par con sobrepeso. El virus se comporta de manera menos
selectiva. Un enfermero me pide
acercarme para ver un detalle de un paciente.
Acostado en decúbito prono (con la cara hacia el colchón y la espalda hacia
arriba, última maniobra de rescate pulmonar en casos de peor pronóstico cuando el respirador se encuentra con los parámetros al límite), se le
nota la piel descamada sobre los hombros y la nuca. Me dice que lo ha visto en varios de los
pacientes jóvenes que han ingresado en las últimas semanas, y me pregunta si
será alguna reacción cutánea del virus pero no me parece, por la localización
limitada. Tampoco es producto del encamamiento
prolongado pues este paciente apenas va a cumplir tres días de hospitalización. Retiro la sábana para ver más abajo y el
patrón permanece debajo de los hombros, pero al acercarse a la zona lumbar y a los glúteos desaparece, y la piel luce mucho más clara. Sospecho una quemadura de primer grado, habitual
a la exposición solar que produce descamación días después. Pienso en las fotos del feriado de Semana Santa con las playas llenas de veraneantes felices. ¿Vale la pena un baño en el mar a
este costo?
Bien Leonel, igual creo que falta un poco transmitir la angustia del inicio ( con todo respeto )
ResponderEliminarBuen empleo del lenguaje, me gustaría alguna palabra propia del lugar que siempre mezclas